CÓMO SOBREVIVIR A LA ERA DE LA IMAGEN (Charla TED de Miguel Rep)

Durante los años '80, recién llegada la democracia, empecé a ahorrar peso por peso por un sueño: hacer mi primer viaje al museo de los museos: Europa. ¿Para qué? Para recorrer museos. Todavía recuerdo los dólares que iba comprando de a poquito, y que mi papá, taxista y pobre toda su vida (quien nunca había visto esos billetes verdes), me iba guardando en un frasco de mermelada, que enterraba en el fondo de casa, cerca de las radichetas que plantaba. Gracias a la publicación de mi primer libro de dibujos terminé de juntar la plata, abrimos el frasco y viajé. Septiembre de 1985. El sueño de los Museos. Madrid. Museo del Prado. Excitado, recorrí sus pasillos, como después lo haría en el Louvre, en la galería de Uffizzi, el Vaticano, etcétera. Fui con unas ilusiones bárbaras, enciclopedísticas. Entré a ellos como quien entra a un templo de nutrición cultural y elevación espiritual. Salí vacío. Salvo alguna conmoción de ver los originales de ciertas obras célebres que todos hemos visto alguna vez, salía de los museos con esa sensación de desaprovechamiento e ignorancia. Ignorancia. Esa era la palabra. ¿Me van a decir que no les pasó lo mismo? Pasan los cuadros, pasan las esculturas, pasan los pasillos, pasan los japoneses con sus cámaras fotográficas. ¿Y? Salimos glotones, estresados. Pero con la sensación de que no nos llevamos nada. Por eso después vamos a la librería del museo y nos compramos un poster, una libreta y un imán. Vuelvo con la palabra: Ignorancia. No vamos preparados para esa experiencia, y salimos perplejos. No sabemos nada de historia del arte, salvo dos o tres episodios hollywoodenses, por ejemplo un pintor borracho, un escultor suicida, un artista esquizofrénico esperando que aparezca la musa. Volví a Buenos Aires. Y ¿saben qué? Estudié Historia del Arte intensamente. Tuve la suerte de toparme con un curso donde se cruzaban varias disciplinas: la Filosofía, la Antropología, la Ciencia y la Política. Apasionadamente fui aprendiendo que todo comenzó en las cavernas, que de ahí salía una línea de tiempo, y que después vendrían los egipcios, los etruscos, Bizancio, Renacimiento, y pude acomodar las piezas del gótico tardío, el impresionismo, el cubismo... De aquel viaje me traje dos reproducciones que aún decoran mi estudio. Las miraba y me preguntaba: ¿Cuáles fueron los antecedentes artísticos de estas pinturas, y qué consecuencias provocaron? ¿Cómo pensaban sus autores? ¿Cómo eran esas épocas históricas? ¿Qué significa “óleo on canvas” y “pentimento”? Preguntas como estas, y una urgente necesidad de recrear esos cuadros y muchos más por medio de mi dibujo me llevó a crear BELLAS ARTES. Anécdota: en otro viaje, en Roma, hice el periplo Michelangelo Bonarrotti. Vi la Piedad en San Pedro, y El Moises en la iglesia de San Lorenzo. Vi el hueco que deja el regazo de Moises, y calculé que el Cristi yacente del regazo de María entraba en el regazo de Moises. Tengo que dibujar eso, dije. Luego vi los cuellazos de Modigliani y pensé en él mismo tomando medidas. Tengo que dibujar ese dedo, dije. ¿Cuántas veces vamos a ver el grito mudo de El Grito de Munich? Siempre nos duele. ¿Y si se riera? ¿Cómo sería? Me dije: voy a dibujar eso. Y así, con la soledad de Hopper el efecto de Pop Art de Lichtenstein, con León Ferrari, con Berni, De la Cárcova... Las imágenes empezaron a invitarme a dibujarlas. A sacarlas del museo. A des-solemnizarlas. ¡Era un mundo tan bello el del arte para hacer humor! Decidí crear esa sección, Bellas Artes, y a publicar una por semana, de manera caprichosa, primero un Picasso, luego un Velázquez, después Leonardo, luego Quinquela Martín. El capricho de mi ojo me dictaba el dibujo de la semana. Así, traté de volver a la vida momentos quietos, paralizados de todo un saber enciclopedista y poco juguetón. Terminaron siendo unos 250 dibujos. Luego, en 2004, fue libro y una expo en el Malba. Y ahora, al cumplirse 10 años, se reeditó el libro, más gordo, y se expuso ahora en el Museo Nacional de Bellas Artes. En tanto, en estos 10 años me fui enterando que este disfrute mío se transformó en material de consulta académico, y que muchos profesores y estetas lo comenzaron a utilizar como disparadores en sus charlas. Bellas Artes y su propuesta de contextualizar las obras y difundirlas con humor circuló mucho por el país y por fuera de él. Visitaron la muestra 40,000 curiosos. Yo iba los domingos al Museo a ver las caras del público, a ver sus perfiles. Sonreían, se los veía relajados. No como yo en los museos hace 29 años. Vi muchos niños y escuché sus preguntas. Los niños no son como los adultos, preguntan sin pudor, no esconden la ignorancia. Y recordé una escena, de hace muchos años. Andaba yo por el museo viendo una muestra muy linda de uno de mis artistas preferidos de todos los tiempos: Paul Klee. Termino de ver un cuadro, avanzo al otro, y estaban mirándolo una niña con su madre. Mientras esperaba a que se corrieran, escuché el siguiente diálogo: La mamá le dice a la nena: ¿Qué te parece este dibujo? La hijita le contesta a la madre: Está bueno. Me gustan esos colores con esas ventanas y esas palmeras. Respuesta de la madre: ¿Pero cómo? ¿No ves que hay explosiones, barcos y gente, nena? Es como una guerra. Se fueron. ¿Vieron esos cartelitos con los datos del cuadro? Bueno, este estaba escondido. Fui hasta él, lo leí. Decía: “Paul Klee, 1914. Título: Ventanas y palmeras”. Todo eso me llevó a pensar. ¿Por qué no nos enseñan Historia del Arte? ¿Por qué tenemos que saber quién ganó en Waterloo, qué fue el saqueo en Roma, las grandes batallas, los grandes prohombres, y no la Historia del Arte? Un niño sabe de combates y guerras, pero no de la necesidad ritual de aquellos hombres y mujeres de las cavernas que necesitaron dibujar en las paredes. Tengo una teoría personal al respecto: El primer artista visual fue mujer. Imaginen: los barbudos salían de las cuevas y volvían habiendo luchado, cargando alguna bestia para alimento, regresaban golpeados, heridos, temblando, agotados. Y ¿quién se quedaba con los críos? ¿Cuál era el pizarrón, la tele? ¿Quién poseía entonces ese trazo delicado, ese tiempo, esa necesidad de jugar, ese entretener? ¿Quien pudo diseñar tan bellamente, dibujos hermosos y elegantes que si hoy se hicieran podrían exponerse o publicarse? ¿Los varones, con sus rústicos dedos? Hasta eso le escamotearon a la mujer. Otra teoría: si esos dibujos aguantaron el paso del tiempo ¿Dónde está la evolución en el arte? El arte no evoluciona. Cambia. Se transforma. Piénsenlo. Nos enseñan la historia de los vencedores. Pero hay otra historia. Una que se narra desde lo lateral, desde el inconsciente humano, desde ponerlo todo en cuestión, desde lo no dicho. ¡Encima es una aventura muy divertida! ¡Y viene con ilustraciones! La del Arte es la verdadera historia de la humanidad. La propuesta entonces es: ¡Hay que enseñar Historia del Arte en la escuela primaria! Y entonces ahí vienen las preguntas: ¿Quién y cómo la enseñarían? Respuesta: invitando a maestros con vocación, preparados y abiertos. Que no deberían olvidar nunca que: Enseñar arte es = CONOCIMIENTO + JUEGO JUEGO. Sí. Muchos artistas juegan. Y a eso los niños lo saben. Por eso no huirán jamás de las clases. ¿Y qué ganamos con esto? Yo soy un hombre de pocas palabras. Por eso me dediqué al dibujo: aparte de que este conocimiento nos hará disfrutar más de los museos, las galerías y las publicaciones, vamos a estar preparados para elegir las imágenes de nuestras vidas, en nuestras casas, en la calle, en los libros, en las pantallas, en lo que les regalamos a quienes queremos. Y también estaremos atentos a la diaria polución visual. Lo digo de una buena vez: hay que sobrevivir a la era de la imagen. ¿Se acuerdan de aquello de “la imaginación al poder”? Bueno, la imaginación te la debo. Es la imagen al poder. Soy dibujante, es decir, soy un generador de imágenes, pero me enamoré de ellas por lo cuestionadoras, bellas y misteriosas que pudieran llegar a ser. Empecé, claro, por las historietas. Un género que a veces cumple con todos estos requisitos, cuyo misterio principal yo encuentro en esas callecitas que hay entre los cuadritos. Ahí es donde uno llena con su propio significado, donde se construye la narrativa propia. Pero bueno, el mundo de las imágenes ya no es tan tranquilo como hace unas décadas. Algo empezó a acelerarse con los picotazos al muro de Berlín. Los medios masivos de comunicación y los cambios tecnológicos motivaron una nueva cultura. Las imágenes generadas artificialmente, veloces, técnicamente complejas, definieron el reinado de la imagen por sobre todas las otras expresiones culturales. La “sobredosis de tecnología” abruma. Deforma rostros, miente colores, genera otras realidades poco felices donde todo debe brillar y los dientes son cada vez más blancos. Esquivemos los simulacros, esos que presentan una supuesta belleza. “Una imagen vale más que mil palabras”. Recuerdo esa frase, ¿ustedes no? Bueno: quiero recuperar las mil palabras. ¡Aunque sea quinientas! Las obras de Arte se leen. Tienen contenido. Un artista es antes que nada, un pensador. Nunca la técnica está por sobre el contenido. Es un equilibrio de ambas. Las obras de Arte te interpelan. Te abren los sentidos. Te esperan. No te dan ansiedad. No te venden nada. No te dan soluciones. Te generan incertidumbre. Son honestas. Pero se quedan para siempre. Las que elijas, te acompañarán. Hoy nos imponen adorar la imagen, en detrimento de lo intelectual. Usan las formas del Arte, sus efectos. Desechan la fealdad, que es una de las mostraciones más valiosas del Arte. Jubilan lo distinto. Nos quieren jubilar. Es mi deber comunicarles como humorista y observador profesional, que la cultura de la imagen NO debe ser conservadora, ni reaccionaria ni vender mala calidad. Enseñemos y sumerjámonos en la Historia del Arte para que las nuevas generaciones puedan leer criteriosamente las imágenes, y obtengan experiencias reflexivas de ellas. ¡Pero a no enojarse tanto! ¡Tenemos el humor! BELLEZA – HUMOR – AMOR – AMOR AL ARTE Y entonces volveremos al museo, acompañados por el niño, la niña, incluso el/la niño que llevamos adentro, y frente a un cuadro nos dirá: -¿Viste este Paul Klee de 1914, qué hermosos colores? Expresionistas, apenas figurativos?... Representan ventanas y palmeras, ¿sabías? -No. Es hermoso, gracias. Continuará

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